CIUDAD DEL VATICANO.– Una vez más, el mundo católico entero fija la mirada en la chimenea de la Capilla Sixtina, donde el humo blanco anuncia que la Iglesia tiene un nuevo líder espiritual. Detrás de este símbolo universal se encuentra un protocolo milenario que culmina en la histórica frase pronunciada por el cardenal protodiácono: Habemus Papam.
El proceso concluye cuando uno de los cardenales reunidos en cónclave alcanza la mayoría necesaria y acepta su elección como Sumo Pontífice. Acto seguido, se le pregunta en latín si acepta el cargo y con qué nombre desea ser llamado.
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Una vez dado el consentimiento, se redacta un acta notarial ante testigos y se queman todas las papeletas, lo que genera la emblemática señal de humo blanco. Mientras la multitud se congrega en la Plaza de San Pedro, el nuevo Papa se dirige a la llamada “Sala de las Lágrimas”, donde se reviste con sus nuevos ornamentos.
Posteriormente, regresa a la Capilla Sixtina, donde es recibido con un saludo formal por parte del colegio cardenalicio y se entona el himno Te Deum en acción de gracias. Antes de salir al balcón central de la Basílica, el Papa reza en silencio en la Capilla Paulina.
La ceremonia culmina con su aparición en la Loggia de las Bendiciones, desde donde ofrece su primer mensaje y bendición Urbi et Orbi, dirigida “a la ciudad y al mundo”.