AGENCIAS.- El caso de la pequeña Camelia ha conmocionado España, no solo por la forma en qué murió, sino porque la madre actuó siendo consciente de todo.

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“La dejé encerrada en la habitación, con un biberón y galletas, y ya no volví más a la casa” eso es parte de la declaración de Sara de tan solo 22 años a los agentes de homicidios en Málaga cuando la detuvieron en 2018.

La niña tenía 17 meses y un Sara decidió encerrarla con un biberón y no volver más al departamento donde vivía con ella, “siendo consciente que de forma ineludible se iba a producir el resultado de la muerte del bebé”, según recoge el escrito de acusación de la Fiscalía.


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De acuerdo con El País, la Fiscalía solicita 21 años de prisión sin fianza mientras que la defensa pide bajar la pena a 16 años por la existencia de patologías psíquicas.

El lunes fue el juicio y ahí la joven reconoció que era consciente de que el abandono supondría la muerte de la niña, según ha indicado Europa Press.

Describen a Sara como una mujer inmadura y egocéntrica

El informe la describe como una mujer con “personalidad inmadura” que se caracteriza “por un destacado egocentrismo” y que tiene “dificultad para renunciar a sus propias satisfacciones” además de tener un “significativo grado de impulsividad”. El detallado documento destaca que ello no afecta a su capacidad para comprender los hechos que le son imputados y que no presenta “patología psiquiátrica alguna”.

Sara había llegado a España desde Marruecos en marzo de 2017 para estudiar en Málaga, pero esto no lo concluyó, luego nació su hija y se trasladó a la ciudad donde encontró un lugar de renta gracias al apoyo económico de sus hermanos.

En agosto de 2018 comenzó a trabajar como camarera y relaciones públicas en una discoteca malagueña. Entraba a su puesto de trabajo a las dos de la mañana, dejando al bebé ―que entonces tenía 15 meses― sola en casa sobre la cama. Cuando acababa su jornada, a las seis de la mañana, no volvía a su hogar: prefería irse al de una amiga, donde descansaba hasta las 14.00. “Durante ese periodo y de forma prácticamente diaria, su hija permanecía sola en casa, desprovista de la necesaria atención afectiva y de los cuidados físicos ―bebida, alimentación y aseo― precisos para un bebé de su edad”, subraya el ministerio fiscal en su acusación.

La tónica continuó en las semanas siguientes. Apenas veía a su hija por la tarde, cuando la alimentaba y la dejaba sola hasta la tarde siguiente. Los vecinos relataron a la policía que escuchaban el “llanto inconsolable y continuo del bebé” que, según la Fiscalía, se quedaba “en un entorno insalubre de suciedad y desorden, con prendas de ropa y restos de envases vacíos y de alimentos y bebidas desperdigadas por el suelo y sobre el mobiliario”. “Acababa callándose por agotamiento”, añade el fiscal.

En octubre de 2018, cuando la pequeña tenía 17 meses, Sara la abandonó definitivamente.

El 30 de aquel mes, los hermanos de Sara viajaron a Málaga para verla tras no localizarla. Le preguntaron por la niña, primero mintió, pero luego les dijo que la había dejado sola en casa un mes atrás y, acto seguido, se dio a la fuga a la carrera. Los familiares llamaron a la Policía Local y los agentes forzaron la puerta por temor al riesgo que corría la vida de la pequeña. Encontraron su cadáver al pie de la cama, boca abajo. En la cama había restos de orina, paracetamol y trazas de cocaína.

La autopsia dedujo que el fallecimiento se había dado entre uno y cinco días después de ser abandonada por la privación de agua y alimento. Esa madrugada, ya del día 1 de diciembre, la joven fue detenida por agentes del Grupo de Homicidios de la Policía Nacional.


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